En el corazón del Centro Histórico de La Habana Vieja, donde el pasado brillaba como patrimonio de todos los cubanos, hoy reina la basura, el abandono y la podredumbre. La calle Obrapia, entre Cuba y Habana, es un claro ejemplo de cómo el descuido ha tomado control, afectando tanto a los vecinos que luchan por vivir dignamente como a los turistas que aún se atreven a caminar por sus calles.

La situación es alarmante y dolorosa. La basura se acumula en las aceras, los olores fétidos invaden el aire y la suciedad se ha convertido en la imagen cotidiana de un barrio que otrora fue orgullo nacional. La salud pública está en riesgo, pero parece no importar a quienes deberían velar por el bienestar de la comunidad ni a las autoridades responsables del mantenimiento del patrimonio.

Tras la muerte de Eusebio Leal, figura emblemática de la restauración y conservación del Centro Histórico, el legado que prometía un renacer cultural y urbanístico ha comenzado a desvanecerse.

Leal fue un visionario, pero lamentablemente no dejó estructuradas las bases para que su obra se mantuviera fuerte sin su presencia. Hoy, esa ausencia se traduce en abandono palpable en cada calle, en cada edificio y en cada rincón.

Peor aún, la actual dirección de la Oficina del Historiador, liderada por Perla Rosales Aguirreureta, ha sido señalada como responsable de un cambio de rumbo que muchos ven como una traición al legado histórico.

La frase que una vez inspiró a recorrer y cuidar La Habana – “Andar La Habana” – ha sido sustituida por lo que muchos llaman “Robar La Habana”, un símbolo del saqueo y la falta de respeto hacia el patrimonio y la comunidad.

Esta realidad es un grito urgente: no podemos permitir que el corazón de La Habana se convierta en un recuerdo olvidado y en un basurero a cielo abierto. Es hora de exigir acciones concretas que recuperen la dignidad del Centro Histórico, protejan a sus habitantes y devuelvan el esplendor perdido a una ciudad que merece respeto y amor.

Del perfil de LaTijeraNews

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