EFECTO DOMINÓ: CUANDO LOS GRANDES SE VAN Y EL DEPORTE CUBANO SE DESMORONA
Redacción de CubitaNOW ~ jueves 9 de octubre de 2025

Se fue Raúl Trujillo, el entrenador que mantuvo viva la gloria de la lucha grecorromana cubana durante más de dos décadas. El mismo que acompañó a Mijaín López, el gigante de oro, hasta su quinta medalla olímpica consecutiva, un récord histórico que ningún otro atleta ha alcanzado en la lucha mundial.
Trujillo pidió la jubilación. Dicen que estaba cansado. Pero más que cansancio físico, hay un cansancio del alma. Porque, como ha pasado tantas veces en el deporte cubano, los grandes se van sin el reconocimiento que merecen. Lo vimos con Ronaldo Veitía en el judo femenino. Lo vimos con Eugenio George en el voleibol. Y ahora lo vemos de nuevo, con la lucha.
Mijaín dejó sus botas en el centro del colchón en París 2024, tras conquistar su quinto oro olímpico. Trujillo lo acompañó hasta el final, como maestro y guía. Pero apenas un año después, ambos están fuera. Y Cuba acaba de firmar en el Campeonato Mundial de Luchas de 2025 uno de sus peores resultados en décadas: una sola medalla de bronce, ganada por Milaimis Marín en 76 kg. Un síntoma claro de que la estructura se tambalea.
Raúl Trujillo mantuvo la escuela de Pedro Val (EPD) y condujo al equipo nacional a lo más alto.
Veitía, por su parte, fue el artífice de una época irrepetible del judo: bajo su mando, las cubanas ganaron 24 medallas olímpicas —5 de oro, 9 de plata y 10 de bronce— y dominaron los tatamis del mundo. Pero tras su retiro, el judo femenino se vino abajo.
Y antes de él, Eugenio George creó la mítica generación de las “Morenas del Caribe”, que ganaron tres oros olímpicos consecutivos (Barcelona 1992, Atlanta 1996, Sídney 2000). Fue el mejor equipo de voleibol femenino del planeta. Hoy, dos décadas después, el voleibol cubano apenas sobrevive, sin continuidad, sin identidad y teniendo que recrrir a un entrenador brasileño.
El patrón se repite, casi como una maldición: los líderes se retiran, y el sistema no los reemplaza ni los protege. No hay relevo técnico ni condiciones para formar nuevos talentos. Los entrenadores viven muy humildes, los estímulos llegan pocos o tardíos, y los discursos oficiales repiten lo de siempre: “seguir el legado”. Pero el legado, sin estructura, se desvanece.
Trujillo se va con la frente en alto, como se fue Mijaín, como se fue Veitía, como se fue George. Ellos cumplieron con su parte. Dieron medallas, gloria y respeto internacional. Pero el país no ha sabido sostenerlos.
Hoy, el futuro de la lucha cubana está en el aire. Y con cada retiro, con cada silencio, con cada olvido, el efecto dominó continúa.