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Detienen a los periodistas cubanos Henry Constantin y Neife Rigau

Redacción de CubitaNOW ~ sábado 13 de noviembre de 2021

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Esta tarde de viernes los periodistas del portal independiente La Hora de Cuba, Henry Constantin y Neife Rigau, fueron detenidos y permanecen en Villa María Luisa, sede de la Seguridad del Estado en Camagüey.

“Acabamos de saber que nuestros colegas, los periodistas Henry Constantin Ferreiro y Neife Rigau, se encuentran detenidos en la Base de Operaciones de la Seguridad del Estado (SE) en Camagüey, conocida como Villa María Luisa”, dijeron en su plataforma.

En tanto explicaron que “ambos fueron a acompañar a una citación oficial de la SE a un joven activista de la Marcha Cívica por el Cambio en la ciudad, cuando fueron interpelados por los agentes Cristian y Maikel”.

“El joven regresó hace un momento, pero asegura que Henry y Neife permanecían en el lugar luego de cuatro horas”, indicaron.

Esta jornada, justamente, Constantín fue multado por un inspector y deberá pagarle al régimen 3 mil pesos.

A través de sus redes sociales, el reportero compartió la denuncia, así como también detalles del encuentro que tuvo con el funcionario de la dictadura que se negó a identificarse.

Según explica, el sujeto le mostró varias capturas de pantalla de sus publicaciones en su muro de Facebook las cuales motivaron la sanción.

Su denuncia:

3000 pesos de multa me ha puesto un inspector de ETECSA hoy después de mostrarme unas publicaciones mías en mi propio perfil de Facebook. Aquí la descripción del encuentro, que no tomó más de 15 minutos:

El inspector, con pelo muy corto a los costados de la nuca calva, blanco, de unos 45 años, como 1,76 metros de alto y algo corpulento, con ojos ligeramente claros y barba corta asomando por debajo de la mascarilla verde, de las que parecen de hospital.

Un uniforme gris claro, con el letrero de inspector, sin otra identificación visible. Y una divertida carterita colgándole del lado derecho, donde llevaba su talonario de multas y lapicero.

INSPECTOR: Buenos días.

YO: ¿Cuál es su nombre?

INSPECTOR: Eso no hace falta aquí. Buenos días. Fíjese que ya le he dado los buenos días, y usted no me los ha respondido.

YO: Hasta ahora no son buenos. Cuando salga de aquí, valoraré si se los doy, dependiendo de lo que suceda.

INSPECTOR (decidiéndose): Bueno, vamos. (A la custodio del pasillo): Él va a entrar conmigo.

Caminamos unos pasos por el pasillo, hasta la primera puerta a la izquierda, y de ahí, en un salón, entramos a la primera oficina, otra vez, de la izquierda. Ni que fuera premeditado. Oficina de dos metros por dos metros. Dos sofás frente a un buró. Otro sofá a la izquierda, en él se sienta el inspector, con los derechos de los clientes de ETECSA a su espalda –muy simbólico-, porque la oficina es la de la Atención a la Población. Al lado de la laptop hay un papel en el que al final, antes de irme, veo que están escritos mis datos de contacto.

INSPECTOR: ¿Dejó su teléfono afuera?

YO: Ni lo traje.

INSPECTOR: Buenos días. Fíjese que se los he dado.

YO: Ya le dije que hasta ahora no lo son y tampoco se los doy a una persona que no se atreve a identificarse, que yo no sé quién es. Usted se ve con mucho miedo. Eso de ir a mi casa ayer con todo el disfraz de gafas y etcétera, y negarse a dar su nombre a mi novia...

INSPECTOR: Yo no tengo ningún miedo.

YO: Sí lo tiene, si no, me hubiera dicho cómo se llama. Parece mentira que usted tenga miedo, después que me ha hecho venir para hacer algo que, usted lo sabe, es injusto por completo y se lo han ordenado, ni siquiera lo ha descubierto usted.

INSPECTOR: Mire, baje la voz, que estas paredes son de… (no entendí el nombre del material) y usted está hablando alto y puede molestar a los demás compañeros. Yo le estoy hablando bajo… (hablando y cayendo).

YO: OK, pero le repito: es una lástima que al final usted tenga que dar la cara y cumplir las órdenes de unas personas que se esconden. Le sugiero que se salga de este trabajo, si no tiene capacidad de cuestionar las instrucciones que le dan sus jefes.

(El inspector abre una laptop sobre la mesa. La sesión de usuario que inicia se llama Roman ¿el nombre del inspector?)

INSPECTOR: ¿Esta es su cuenta en Facebook?, dice, mientras me muestra una captura de un post de mi perfil de Facebook.

YO: Sí (decidido y sonriente, por saber ya por dónde venía).

INSPECTOR (en la captura del post que hice contra el Decreto-Ley 35): Aquí usted critica las leyes de nuestro país.

YO: No, yo critico una ley que es un disparate, hecha por personas que quieren poder usar a otras como usted para intentar callar a otras como yo.

(Él se calla y sigue a la próxima captura, en la que critico el Premio Nacional de Historia dado a Raúl Castro).

INSPECTOR: Por ofender a una personalidad de nuestro país, me dice él.

YO: Para mí no es ninguna personalidad. Y, además, si él ofende a los demás, ¿por qué no lo podemos ofender? Raúl Castro es un ciudadano igual que yo y que usted, ¿o no? Venga acá, ¿usted tiene familia fuera de Cuba? (entonces me mira fijo). Seguro que tiene, porque en Cuba todo el mundo tiene familia fuera. Pregúnteles en qué país los funcionarios de una empresa telefónica van a citar y molestar a personas por las cosas que dicen en Facebook de los presidentes, y hasta de la madre de los presidentes. Pregúnteles.

Silencio.

INSPECTOR (mostrándome la captura del post que hice burlándome de los pobrísimos regalos dados por unos funcionarios a un medallista olímpico): Usted critica a los funcionarios cubanos, como yo mismo.

YO: ¿Y dije alguna mentira ahí?

INSPECTOR (pasando a foto en la que apoyo la convocatoria a la marcha del 15N): Aquí usted apoya a una marcha inconstitucional.

YO: ¿Inconstitucional? ¿En qué parte de la Constitución dice que no se puede hacer? Que yo sepa la Constitución dice que es legal la libertad de expresión y de manifestación. El inspector se queda callado. Su silencio habla mucho.

INSPECTOR (pone en pantalla el famoso inciso i del artículo 68 del tristemente célebre Decreto Ley 370, y empieza a leerlo, pero se interrumpe) Bueno, no voy a leérselo completo porque usted ha hablado de esta ley y la conoce.

YO: ¿Entonces le sigue dando temor decirme su nombre?

INSPECTOR: Mi nombre no importa aquí. Además, para qué se lo voy a dar, yo no quiero que después mi nombre esté en boca de la gente.

YO: ¿Ah, porque le preocupa lo que diga la gente? Entonces, ¿Para qué se deja meter en esto?

Silencio de nuevo.

YO (mientras él llena la multa, en un talonario que ha sacado de su bolsito): Es una lástima lo de usted. Todavía los jueces y los tribunales están al servicio de los mismos que lo mandaron a usted y que no se atreven tampoco a dar la cara ni el nombre. Pero eso un día va a cambiar. Y lo que está usted haciendo es un delito. Y Camagüey no es Nueva York: alguien lo identificará con facilidad.

INSPECTOR: ¿Me da su carné de identidad?

Se lo entrego. Él llena la multa, lentamente.

INSPECTOR: ¿Va a firmar?

YO: Claro que no.

Él me da la multa, que sin mirar doblo y guardo en el bolsillo. Me paro.

YO: Bueno, gracias, espero que pueda seguirme viendo por Facebook. ¡Y patria y vida!

El inspector se para en silencio y sale detrás de mí de la oficina, hasta el portal de ETECSA. Veo a Neife que está enfrente mirando su teléfono y cruzo la calle hasta ella. Unos pasos después, me tira la foto que viene comparto aquí.

La multa es de 3000 pesos. Es como una medalla o un premio por el que tuviera que pagar. Quiere decir que he sido valiente al arriesgarme cuestionando a personas poderosas, he sido honesto al decir lo que pienso, he sido buen ciudadano al opinar en temas importantes para Cuba, he sido buen cristiano al darle voz o defender a personas perseguidas sin titubear ante los amagos de cruz, y de paso, he sido buen padre al dejarle a mis hijos, y a sus hijos cuando los tengan, al menos esos valores para ayudarlos en el futuro a encontrar dónde afirmar los suyos. Así que los 3000 pesos de multa, amigos, los agradezco. Son, también, un premio. Y el 15N, una emoción que nada puede apagar.



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