En un punto de control de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) en El Cristo, Santiago de Cuba, un joven fue detenido mientras transportaba más de 2,000 tabacos, según reportó el perfil oficialista “Héroes del Moncada” en redes sociales.

El decomiso, realizado durante una inspección de rutina a una guagua, dejó perplejos a los pasajeros. “¿Pero tanto tabaco?”, exclamó un señor mayor al observar la cantidad confiscada. Según el reporte, el joven detenido no pudo justificar el origen ni el destino de la mercancía.

Este caso refleja las desesperadas condiciones a las que se enfrentan los cubanos, sumidos en una crisis económica sin precedentes. Con una economía paralizada, escasez generalizada de alimentos, medicinas y productos básicos, y la falta de empleos dignos, muchos se ven obligados a buscar alternativas fuera de la legalidad para subsistir.

El contrabando de productos como tabacos, que tienen gran demanda tanto dentro como fuera del país, se ha convertido en una salida para quienes no encuentran otra forma de sustento. Sin embargo, estas actividades conllevan riesgos significativos, ya que el régimen no solo no garantiza las condiciones mínimas para una vida digna, sino que castiga severamente cualquier intento de sobrevivir al margen de su control.

En la actualidad, las opciones de los cubanos parecen reducirse a dos caminos: emigrar o sobrevivir a través de actividades ilegales. Los controles policiales estrictos, como el que llevó a este decomiso, son solo una cara de un sistema que asfixia a su población mientras reprime cualquier forma de emprendimiento independiente o búsqueda de alternativas económicas.

El tabaco, considerado un emblema nacional y una de las principales exportaciones de Cuba, es también objeto de estrictos controles estatales. La posibilidad de que ciudadanos comunes puedan beneficiarse de su comercialización está prácticamente anulada, quedando exclusivamente en manos de las empresas controladas por el gobierno.

Este caso, más allá de ser un simple acto de contrabando, pone en evidencia el círculo vicioso que atrapa a los cubanos: un régimen que no les provee lo básico, pero que criminaliza sus esfuerzos por sobrevivir. Mientras tanto, la crisis sigue empujando a miles a abandonar el país o a asumir los riesgos de vivir al margen de la ley.

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