El gibareño Dannier Hernández ha alzado la voz para denunciar la devastadora realidad que atraviesa hoy el municipio de Gibara, en la provincia de Holguín. Su testimonio refleja el grito desesperado de un pueblo que sobrevive entre el abandono institucional, los apagones interminables y la ausencia casi total de servicios básicos.

Según cuenta, Gibara se ha convertido en un territorio sin tiendas, sin mercado estatal y sin agua potable. La falta de recursos, la precariedad económica y la ineficiencia de las autoridades locales han sumido a esta histórica villa costera en una de las crisis más profundas de los últimos años. Las promesas oficiales de desarrollo y bienestar se han quedado en el aire, mientras la población continúa sufriendo la carencia de lo más elemental.

Dannier asegura que es hora de rescatar a Gibara, de pensar en un futuro donde la gente no tenga que emigrar ni vivir de la desesperanza. Para ello propone crear empresas necesarias que generen empleo, revitalizar la agricultura y la pesca —sectores que alguna vez dieron vida a la región—, mejorar los caminos que comunican a los consejos populares y garantizar bienestar para todos sus habitantes.

“El municipio necesita una persona con vergüenza, responsabilidad y verdadero compromiso con su gente —expresó—. Alguien que piense en el progreso y busque cooperación internacional para reconstruir lo que se ha perdido”.

Las palabras de Dannier resuenan con fuerza porque, más allá de cualquier postura política, reflejan el sentir de miles de cubanos que ya no soportan más promesas vacías ni justificaciones sin sentido. La realidad es que Gibara, al igual que muchos otros municipios del país, se hunde entre el polvo de los apagones, la escasez de alimentos y la sed de justicia social.

Mientras tanto, la población se pregunta hasta cuándo tendrán que seguir esperando soluciones reales. Gibara clama por líderes que trabajen con el pueblo y no contra él, por manos que reconstruyan lo destruido y por mentes que sueñen con un futuro distinto.

Sea cual sea la postura de cada ciudadano, lo cierto es que las palabras de Dannier Hernández representan el grito colectivo de un pueblo cansado de sobrevivir. Gibara no pide milagros, solo la posibilidad de vivir con dignidad.

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