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El nuevo “tope de precios” en Cuba repite la historia: escasez, inflación y descontento popular

Redacción de CubitaNOW ~ sábado 8 de noviembre de 2025

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No es una noticia nueva, sino otra crónica de un fracaso repetido. El régimen cubano volvió a apelar a su recurso de siempre: imponer un “tope de precios” con la promesa de controlar el costo de los alimentos. Sin embargo, como ha ocurrido en incontables ocasiones, la medida colapsó antes de aliviar los bolsillos de la población.

De acuerdo con un reporte del oficialista Canal Habana, la gobernadora de la capital anunció una nueva lista de precios regulados para los productos agrícolas, con el argumento de “estabilizar el mercado y promover la producción local”. Pero bastó escuchar a los entrevistados del propio noticiero para comprobar que la propaganda estatal y la realidad del pueblo cubano van por caminos distintos.

Durante un recorrido por la feria de Santa Catalina y Juan Delgado, en el municipio Diez de Octubre, los reporteros recogieron testimonios que desmontaron el triunfalismo oficial. Algunos clientes afirmaron que “los precios parecían mantenerse”, pero la mayoría confirmó lo que todos saben: los alimentos siguen subiendo y escaseando.

“Cada feria sube algo. El picadillo de pollo ya está en 320 pesos, y hace nada costaba 280”, contó una vecina. Otra fue más directa: “El pescado está carísimo y el arroz es una porquería; la cola es interminable”.

Mientras el reportaje intentaba proyectar una imagen de control y cumplimiento, las declaraciones de los habaneros expusieron el colapso del modelo económico. Los topes no frenan la inflación; por el contrario, provocan desabastecimiento y fortalecen el mercado negro, que sigue siendo el único refugio para sobrevivir.

La falta de abastecimiento, los precios dispares entre ferias y la ausencia total de control efectivo son síntomas de un sistema agotado, que insiste en soluciones superficiales sin atacar los problemas estructurales. Las amenazas de “mano dura” solo sirven para intimidar a los trabajadores por cuenta propia, mientras la corrupción y la especulación reinan en las tarimas del pueblo.

En barrios como Arroyo Naranjo, Centro Habana y Marianao, los precios del boniato, el plátano y la carne de cerdo superan ampliamente los límites oficiales. Lo mismo ocurre en otras provincias, donde cada intento de “tope” termina empujando a los campesinos a vender por la izquierda o dejar pudrir sus cosechas ante la imposibilidad de cubrir los costos de producción.

Este nuevo experimento económico en La Habana solo confirma lo que los cubanos repiten hace años: sin libertad de mercado, sin incentivos reales para los productores y sin un Estado eficiente, ningún decreto podrá frenar el hambre ni la escalada de precios. En la Cuba de hoy, los topes se derrumban con la misma facilidad que los discursos que los anuncian.


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