En el Consejo Popular Santa Rita, del municipio Jiguaní, provincia de Granma, los residentes tomaron las calles en medio de un prolongado apagón, exigiendo que se restablezca de inmediato el servicio eléctrico.

Esta manifestación es parte de un fenómeno nacional que se replica en varias localidades, reflejando el creciente malestar social frente a la crisis energética que atraviesa Cuba.

En Nuevo Vedado, La Habana, los vecinos realizaron cacerolazos tras más de 60 horas sin electricidad, producto de fallos en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN), lo que evidencia la fragilidad de la infraestructura eléctrica cubana.

En Manzanillo, provincia de Granma, los apagones pueden durar hasta 20 horas diarias, dificultando aún más la vida en condiciones ya complicadas por la escasez de alimentos y combustible para cocinar, además de las altas temperaturas . En otros puntos del país como Bayamo, Centro Habana y Santiago de Cuba, también se han registrado protestas pacíficas y cacerolazos, pese a la presencia policial que busca contener el descontento popular.

La situación empeoró con la llegada del huracán Oscar, que dañó aún más la red eléctrica y dejó sin suministro a amplias zonas de la costa oriental, aumentando la precariedad del acceso al agua potable y alimentos frescos.

Ante esta crisis, el gobierno declaró una emergencia energética, suspendiendo escuelas y eventos culturales para priorizar servicios básicos, pero las interrupciones continúan afectando gravemente la calidad de vida de la población.

La persistencia de los apagones y la respuesta ciudadana con protestas y cacerolazos reflejan una tensión creciente en la isla, donde la población ya no tolera promesas incumplidas ni represión. Exigen soluciones reales y un cambio urgente ante una crisis energética que pone en riesgo su bienestar y futuro, marcando un punto de inflexión en la historia reciente de Cuba.

(Martí Noticias, El País, 14 y medio)

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