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Sandro Castro se burla del pueblo desde el lujo y la impunidad

Redacción de CubitaNOW ~ viernes 18 de abril de 2025

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Mientras jóvenes cubanos son reprimidos, multados o condenados a prisión por expresar opiniones en redes sociales, Sandro Castro, nieto del dictador Fidel Castro, usa sus plataformas para burlarse del pueblo sin enfrentar consecuencia alguna.

Amparado por su apellido y los privilegios de una élite intocable, ha hecho de Instagram un escenario de provocación y cinismo, donde la desconexión con la realidad cubana se exhibe sin pudor.

En uno de sus videos más recientes, Sandro aparece hablando de un supuesto “modo hidropene”, una frase sin sentido con connotaciones sexuales, dicha entre risas y gestos que rozan el delirio.

Este tipo de publicaciones no son excepciones: forman parte de un patrón de conducta que incluye mostrar autos de lujo, fiestas exclusivas y un estilo de vida inaccesible para el cubano promedio, todo mientras la mayoría sobrevive entre apagones, escasez y censura.

Sandro Castro representa como pocos el rostro de la impunidad heredada. Mientras artistas, activistas y simples ciudadanos han sido condenados por compartir un meme o escribir una crítica en Facebook, él se burla abiertamente del sufrimiento del pueblo. Incluso llegó a decir que “si una medicina puede faltar, que falte”, ridiculizando la crisis de salud pública con una frialdad que indigna.

Esta actitud arrogante y provocadora no solo revela el abismo entre gobernantes y gobernados, sino que también actúa como recordatorio constante de que en Cuba la ley no se aplica igual para todos.

La represión selectiva, dirigida solo a quienes no pertenecen al círculo de poder, perpetúa un sistema de privilegios blindado por el miedo y el silencio.

Sandro, con sus frases incoherentes y su retórica vacía, se ha convertido en una caricatura de sí mismo. Pero detrás de su apariencia de bufón digital hay un mensaje claro: la impunidad es total para quienes llevan el apellido correcto.

Su presencia en redes sociales es una provocación constante. Mientras los cubanos de a pie son vigilados, denunciados y silenciados, él juega con la miseria ajena desde la comodidad de su burbuja. Su impunidad, más que privilegio, es afrenta.

En un país donde pensar diferente puede costarte la libertad, Sandro Castro no solo se ríe del pueblo, sino también de la justicia. Y lo hace sabiendo que, al menos por ahora, nadie lo va a tocar.


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