Desde

Ciego de Ávila llega la denuncia de un cubano maltratado por una trabajadora de una tienda recaudadora de divisas.

“El pasado día 14 de agosto, día muy caluroso del verano, estuve buscando un refresco de limón por varios establecimientos de la ciudad sin resultado alguno. Fui a la tienda El bulevar en la capital Avileña”, relata.

Con una falta total de educación la señora que cuidaba la puerta, ni siquiera los buenos días le dio, pero lo complejo llegó después.

Todo por un recibo de compras, el denunciante explica que la trabajadora le pidió el recibo de la compra de una malta, luego de rasgarlo se lo devolvió, pero al pedirle que lo desechara porque ya estaba consumiendo la bebida, la señora se enfureció

 “Lo más lógico era que, por cortesía con el cliente, lo echara en algún cesto de basura. Pues indignada me dijo que me lo tenía que llevar pues esa era la prueba de mi compra. Le repetí que no me hacía falta y de forma violenta me lo puso en la mano. Lo tuve que coger y los eché dentro de unos cestos que allí estaban”, cuenta.

“Ya saliendo por la puerta, la señora lo volvió a coger y me lo lanzó cayendo este en el piso del portal mientras me gritaba que yo era un fresco y una falta de respeto haciendo comentarios de mi delante de los demás clientes para quedar ella como heroína”, añade.

Un enfrentamiento del todo absurdo, si ya en la tienda se compró que yo pagué el artículo y lo estoy consumiendo, no hay al menos un poco de cortesía de acatar lo que te pide el cliente.

¿Dónde está el derecho del consumidor? ¿Nadie de los servicios estatales recuerda la manida, pero importante frase: el cliente siempre tiene la razón?

En el dinero que usted paga por ese refresco también está pagando por el servicio, la amabilidad y el confort del sitio, aunque sea una pequeña tienda o no. Válido este tipo de denuncias.