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Arden estadios en Cuba: cuando el fuego reemplaza al presupuesto

Redacción de CubitaNOW ~ domingo 23 de noviembre de 2025

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La reciente quema de la hierba en el estadio Genaro Melero de Jatibonico no es un hecho aislado ni una excentricidad técnica: es el reflejo más crudo de la falta de recursos que golpea al deporte cubano. Ante la ausencia de equipos de jardinería adecuados, combustible, personal suficiente y hasta medios de transporte para retirar los desechos vegetales, algunos terrenos deportivos han terminado recurriendo al fuego como “solución” de último recurso. La imagen es tan simbólica como preocupante: allí donde debería haber mantenimiento profesional, aparece el humo negro de la precariedad.

Quemar la grama no nació como una práctica improvisada. En agricultura y manejo de pastizales, el fuego controlado tiene usos puntuales: elimina malezas, destruye semillas de plagas, reduce material orgánico acumulado y deja cenizas que pueden aportar nutrientes. En teoría, un proceso bien planificado puede ayudar a que la hierba rebrote con cierta vitalidad y a bajo costo. Para un estadio sin presupuesto, sin maquinaria y sin alternativas, parece una salida rápida, barata y efectiva. Esa es la cara positiva de una decisión que, vista desde afuera, luce escandalosa.

Pero el otro lado el fuego, utilizado sin supervisión técnica ni condiciones ambientales favorables, puede dañar la estructura del terreno o compactar el suelo. En un estadio municipal, rodeado de viviendas, también implica algún riesgo de incendios, molestias respiratorias por el humo y una percepción social devastadora: la idea de que el deporte —símbolo de orgullo local— se mantiene “a golpe de candela” porque no queda otra opción.

El caso del Genaro Melero resume un dilema cada vez más común: quemar o dejar perder el terreno. Con recursos menguados, las autoridades locales optan por lo único que está a mano, aun sabiendo que es una solución momentánea y riesgosa. Y mientras el fuego consume los restos de hierba, también desnuda otra realidad: un país donde la falta de insumos convierte el mantenimiento deportivo en un ejercicio de supervivencia.

La pregunta que queda flotando entre las cenizas no es cómo quemar mejor, sino cuánto más puede resistir un sistema deportivo obligado a improvisar incluso para cuidar un simple pedazo de césped.


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