Centro Habana, aquella barriada que en otros tiempos deslumbraba con luces de neón, risas y música en cada esquina, hoy es un escenario desolador donde la miseria y la insalubridad marcan el pulso diario.

Calles que antaño rebosaban vida ahora están cubiertas de basura acumulada durante días —a veces semanas— y los contenedores desbordados se mezclan con aguas pestilentes, escombros y ratas que corretean a plena luz del día.

Los vecinos, cansados de denunciar la situación, aseguran que los camiones recolectores pasan con una irregularidad desesperante. “Aquí la basura se recoge cuando se acuerdan. Hay días en que no se puede ni caminar por el mal olor”, comenta una residente de la calle Zanja, quien señala que los niños juegan entre los montones de desechos porque no tienen otro espacio.

Los alrededores de los mercados, hospitales y solares viejos son los más críticos. En las zonas de Belascoaín, San Lázaro, Galiano y Reina, la basura se acumula formando auténticos montículos, donde proliferan moscas y cucarachas.

En tiempos de dengue y enfermedades respiratorias, los riesgos sanitarios son altísimos. Las aguas estancadas y los desechos orgánicos se convierten en caldo de cultivo para mosquitos y bacterias, mientras las autoridades locales culpan a “roturas técnicas” y a la “falta de combustible” para justificar la inacción.

La población, sin embargo, no se traga esas excusas. Muchos apuntan a la corrupción y al desinterés gubernamental como causas principales del deterioro. Las brigadas de Comunales apenas dan abasto, los equipos están obsoletos y los trabajadores mal pagados. Entretanto, el paisaje urbano se desmorona: fachadas agrietadas, calles sin pavimentar, tuberías rotas y un hedor constante que impregna el aire.

Centro Habana, corazón histórico de la capital cubana, hoy es símbolo de lo que la dictadura ha dejado tras décadas de abandono: una ciudad que fue viva y colorida, convertida en un vertedero a cielo abierto.

El deterioro no solo es físico, sino también moral. Donde antes hubo esperanza y alegría, ahora reinan el desencanto y la resignación.

Del perfil de Amanecer en Centro Habana

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