Desde Guantánamo, Deyanira Gómez vive un duelo marcado por la indignación. Su hijo Maykol, de solo 15 años, fue asesinado presuntamente de manera accidental el pasado 13 de julio. Desde entonces, asegura, no ha recibido una sola comunicación oficial sobre el curso de las investigaciones.

La madre relata que ningún agente se presentó en su casa para informarle sobre avances en el caso, según dijo Nio Reportando un Crimen en su perfil de Facebook.

Ante casi un mes de silencio de las autoridades, decidió ir personalmente a la estación de policía para buscar respuestas.

Allí, la noticia la golpeó como un mazazo: el expediente de su hijo estaba cerrado. “¿Cómo es posible que cerraran el caso sin decirme nada?”, reclamó entre llantos, en un estado de desesperación que la hizo desfallecer en el lugar.

Maykol era un niño muy querido en su barrio. Según los vecinos, su muerte ocurrió de forma accidental, mientras jugaba con un amigo cercano, Dayron Campos, a quien él consideraba como un hermano.

Sin embargo, Deyanira afirma que Dayron “estaba en malos pasos” y que, aunque el hecho no haya sido intencional, el castigo no es proporcional a la pérdida que ella enfrenta.

Actualmente, Dayron, también menor de edad, se encuentra bajo custodia en lo que vecinos describen como un centro con condiciones similares a un campismo.

Según testimonios locales, allí recibe visitas todos los miércoles y podría permanecer de uno a dos años.

Además, tendría derecho a cuatro visitas mensuales a su casa. “Aun en un reformatorio, sus padres podrán verlo, pero yo he perdido a mi hijo para siempre”, lamenta Deyanira.

La madre sostiene que el hecho de que el responsable sea menor de edad no debería significar impunidad.

Reclama que la sanción impuesta no corresponde a la gravedad del daño causado y que el caso se haya cerrado sin consultarla ni notificarle formalmente.

Mientras el barrio recuerda con cariño a Maykol, su madre mantiene firme su petición: justicia y transparencia. “Solo tendré su ausencia. No es justo que se cierre un caso así y que me dejen sin respuestas”, afirma con la voz quebrada.

La historia de Deyanira es un llamado a que las autoridades revisen el caso y den explicaciones.

Para ella, más que un accidente, la muerte de su hijo es una herida abierta que no sanará mientras sienta que la justicia le ha dado la espalda.

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