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El relevo silencioso de Francisco Durán expone la crisis de credibilidad del discurso sanitario en Cuba

Redacción de CubitaNOW ~ martes 16 de diciembre de 2025

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La presencia de la viceministra de Salud Pública, Carilda Peña García, encabezando los reportes diarios sobre dengue y chikungunya fue leída por muchos cubanos como algo más que un simple cambio de formato. En la calle y en las redes sociales, la interpretación fue inmediata: el Gobierno decidió retirar a Francisco Durán del foco mediático tras el profundo rechazo que su figura había acumulado con los años.

Durante largo tiempo, Durán fue presentado como el especialista técnico que explicaba las crisis sanitarias del país. Sin embargo, con el paso de los años, esa imagen se erosionó hasta transformarse, para buena parte de la población, en la de un portavoz político que hablaba desde un guion oficial más que desde la ciencia.

El malestar no surgió de un día para otro. Durante la pandemia de la COVID-19, Durán se convirtió en el narrador diario de una emergencia que las autoridades insistían en mostrar como bajo control. Mientras tanto, la realidad que vivían miles de familias era muy distinta: hospitales saturados, carencias de oxígeno y medicamentos, y una sensación generalizada de abandono.

Sus comparecencias, cuidadas en el tono y tranquilizadoras en el mensaje, chocaban frontalmente con los testimonios que circulaban por redes sociales y mensajería privada. Para muchos ciudadanos, Durán no cumplía la función de alertar, sino la de suavizar el impacto político de una crisis que se cobraba vidas a diario.

Ese quiebre de confianza nunca se cerró. Al contrario, se profundizó con nuevas emergencias sanitarias. En el caso del dengue y el chikungunya, el patrón se repitió: primero se restó importancia al problema, luego se habló de exageraciones y rumores, y finalmente se aseguró que la situación estaba controlada, mientras aumentaban los ingresos de niños y adolescentes en estado grave.

La admisión oficial de que existe subregistro —porque muchos enfermos evitan acudir a los hospitales— terminó por confirmar lo que ya era evidente: el discurso institucional no refleja la magnitud real de la crisis. Para la población, esa brecha entre lo que se dice y lo que se vive resulta imposible de ignorar.

Las redes sociales se convirtieron en termómetro del descontento. Abundaron mensajes que cuestionaban la credibilidad del epidemiólogo, algunos con ironía y otros con dureza. Desde quienes lo acusaron de aparecer solo para “decir que todo va bien”, hasta quienes resumieron el sentir popular con frases como: “Cambian la cara, pero no el libreto”.

La llegada de Carilda Peña García busca dar un aire nuevo a la comunicación oficial. Su discurso, algo más cuidadoso en reconocer dificultades, no ha logrado disipar el escepticismo. Para muchos cubanos, el problema no reside en quién ofrece el parte diario, sino en la intención con la que se construye el mensaje.

En la percepción popular, el reemplazo de Durán es un movimiento táctico, no una rectificación de fondo. Se interpreta como un intento de ganar tiempo ante una credibilidad ya agotada, más que como un compromiso real con la transparencia.

Mientras tanto, las epidemias continúan avanzando lejos de los micrófonos, con datos incompletos y un sistema de salud al límite. Y en ese contexto, la población ha sacado su propia conclusión: la confianza no se recupera cambiando voceros, sino diciendo la verdad completa, a tiempo y sin maquillaje político.


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