Los cubanos están conmovidos con el testimonio y las imágenes de la fotógrafa Alina Sardiñas. Aquí sus palabras:

La Habana delante de mí, parece que llovió durante años y la humedad se quedó atrapada en los huesos de la ciudad. De un momento a otro se va a derrumbar completa y sólo el mar va a quedar. El mar y los escombros que ya son casi arena. El mar los objetos y nosotros, flotando. No me quiero ir, es aquí donde puedo abrir los brazos sin tropezar pero qué voy a hacer si no sé dónde comprar un pan para mañana.

A mi alrededor todos hablan de lo mismo. Los viejos aceptan y prefieren la soledad al final de sus vidas pero quieren ver a sus hijos salvarse. Ver a un hijo salvarse significa en muchos casos justamente lo contrario. No volver a verlo.

Hago fotos, no puedo parar de registrarlo todo. Detrás del visor hay una cubana que llora mientras obtura a un viejo casi desvanecido. Cada foto es testigo de mis lágrimas. No estoy exagerando y mucho menos mintiendo.

Por qué me pasa esto, por qué no puedo irme. Sacudirme esta isla de encima. Me duermo en una enorme hoja de yagruma mientras el mundo está lleno de arces que me brindan un otoño colorido y confortable.

En los noventa se fueron muchos amigos y mi hermana. También amores que han sido para siempre. Treinta años después, hoy, otra parte de mis amigas y amigos planifican su estampida.

Hace poco se fue el hijo de una de ellas. Ella y yo bebemos juntas los viernes pero donde antes reía ahora llora... no sabe por qué.

Mis padres han muerto el año pasado. A mi padre lo aspiraban con un aparato sacado a escondidas de un hospital. Era eso o la asfixia. Mi amiga Adriana ha muerto, ella era la única que me comprendía, nadie me volverá a comprender. Murió en su querida sucia, triste y hermosa ciudad. Nuestra. Sus cenizas navegan por las costas de este mar que miro en las tardes.

Estoy aterrada, me estoy quedando completamente sola entre las ruinas, el polvo y los recuerdos.

Mi hija se fue. No quiero que vuelva, quiero que se olvide de todo lo que yo ya no voy a olvidar. No quiero que fabrique aquí un recuerdo más.

Hay una misión que cumplir. Salvarse.

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