Lis Cuesta: la nueva reina de la nada
Redacción de CubitaNOW ~ domingo 27 de abril de 2025

En la historia de los regímenes autoritarios, no solo los dictadores se adornan con falsas glorias: a su sombra, mujeres cercanas al poder han tejido sus propias coronas vacías, protagonizando capítulos de ridiculez y abuso. A esta galería trágica se suma hoy Lis Cuesta, la esposa del mandatario cubano Miguel Díaz-Canel, quien parece seguir el patrón de las llamadas "reinas de la nada".
Historias como las de Imelda Marcos y Elena Ceaușescu resuenan con fuerza al mirar la figura de Cuesta. Imelda, la esposa del dictador filipino Ferdinand Marcos, se autoproclamó "la rosa de Asia" y "pensadora cultural de relevancia mundial", mientras su pueblo se hundía en la miseria. Compraba Rembrandts como quien compra flores, hablaba de amor universal mientras su nación se derrumbaba.
Más desquiciada aún fue Elena Ceaușescu, la “sabia entre sabias”, esposa del tirano rumano Nicolae Ceaușescu. Se inventó títulos de doctora en química y publicaciones académicas inexistentes, hasta que su impostura fue demasiado grotesca para ser ignorada. Era, en realidad, una peluquera sin formación, ascendida a golpe de sangre y propaganda.
Lis Cuesta viene a ser la versión cubana de este manual del absurdo. En un país donde el racionamiento, los apagones y el éxodo marcan el día a día, ella desfila en eventos culturales como si Cuba fuera la Riviera Francesa. Se autopremia como "investigadora del año", posa rodeada de artistas oficiales y se presenta como símbolo de prosperidad, mientras la mayoría sobrevive en colas interminables para conseguir un pedazo de pollo o un litro de leche.
Más que primera dama, Cuesta parece encarnar el rol de primera mentira. Una mentira construida a base de propaganda interna, donde la élite del poder se crea su propio mundo paralelo, desconectado del sufrimiento real del pueblo cubano. Ella es la sonrisa forzada de un sistema que se cae a pedazos, el rostro luminoso de un régimen que ya no puede ocultar su propio ocaso.
Como Imelda y Elena, La Machi también será trágica. Porque estas “doctoras”, “divas” y “diosas del pueblo” comparten el mismo destino: ser primero aclamadas por la maquinaria oficial y luego ser arrastradas por la memoria histórica como ejemplos del ridículo y la desconexión.
Estas "reinas de la nada" terminan olvidadas, caricaturizadas, repudiadas incluso por aquellos que las aplaudieron. Y el aplauso fingido de hoy se convertirá mañana en escarnio, en la confirmación de que el culto vacío solo construye ídolos de barro.
Al final, su legado será tan frágil como las vitrinas donde exhiben sus falsas medallas: testigos y cómplices de la miseria, heroínas del absurdo, caídas de su pedestal sin entender por qué el mundo ya no les cree.
(Con información del perfil del escritor Oliet Rodríguez)