Artistas cubanos, José María Vitier y Silvia Rodríguez, en busca de la sanación del alma
Redacción de CubitaNOW ~ martes 29 de abril de 2025

La pintora cubana Silvia Rodríguez Rivero, hija de la inolvidable Cuca Rivero —pianista eminente y pedagoga musical— ha compartido en sus redes un momento de paz y belleza que contrasta fuertemente con la realidad que vive su país natal. Junto a su esposo, el destacado pianista y compositor cubano José María Vitier, Silvia ha salido de Cuba en busca de un merecido respiro, huyendo del estrés cotidiano, los apagones constantes y las múltiples penurias que se han hecho en rutina en la isla.
Desde Italia, Silvia relata dos paseos que han sido una auténtica "cura de belleza". El primero, a Bellagio, un encantador pueblo a orillas del Lago Como, donde los Alpes italianos se levantan majestuosos al fondo, dibujando una postal viva que remueve el alma. El segundo paseo los llevó hasta Suiza, a la ciudad de Lugano, otra joya abrazada por un lago del mismo nombre y las cumbres alpinas, que evocan serenidad, grandeza y libertad.
“Una cura de belleza”, dice Silvia, y esa frase resuena más allá del turismo o del arte: es el testimonio de una mujer cubana, artista e hija de una gran figura cultural, que necesita sanarse lejos del país donde el día a día se ha vuelto una lucha constante. Es también un susurro nostálgico, una comparación inevitable entre la calma de estos paisajes europeos y la tensión permanente que late en cada rincón de Cuba.
La pareja, unida no solo por el amor sino también por una trayectoria artística innegable, ha dedicado décadas a enriquecer la cultura cubana. Vitier, con su música inconfundible y profundamente identitaria; Silvia, con una pintura que refleja sensibilidad, introspección y un vínculo íntimo con la naturaleza y el espíritu.
Ahora, ambos se ven obligados a buscar fuera de la isla la paz que dentro ya no es posible. No se trata de un exilio político, sino emocional y humano. La belleza de Bellagio y Lugano no sólo es paisaje: es un respiro, un recordatorio de que otro tipo de vida —más luminosa, más digna— aún es posible.
Y mientras muchos en Cuba enfrentan la oscuridad literal de los apagones, Silvia y José María encuentran, entre lagos y montañas, una claridad distinta. Una pausa. Un instante de sanación.