En un país donde el poder presume de defender su historia revolucionaria, el olvido en que ha caído el museo dedicado a Carlos Baliño —fundador del primer Partido Comunista en Cuba— en Guanajay, provincia de Artemisa, no solo resulta paradójico, sino también revelador del deterioro moral e institucional del régimen.
A las puertas del centenario de la creación del Partido Comunista, el museo que lleva el nombre de uno de sus padres ideológicos está cerrado desde 2019, en ruinas, con paredes que se desmoronan, techos a medio terminar y una colección histórica hacinada y expuesta al deterioro. El proyecto de restauración aprobado hace años ha quedado estancado, víctima del desinterés estatal y la desidia institucional, mientras los trabajadores de la institución, con más voluntad que recursos, hacen malabares para conservar lo poco que queda en pie.
Este abandono contrasta con la obsesiva inversión de recursos en preservar, proteger y glorificar monumentos como el mausoleo de Fidel Castro en Santiago de Cuba, el de Mayarí Arriba o el del Che Guevara en Santa Clara, que cuentan con vigilancia permanente, mantenimiento continuo y amplias campañas de promoción. Para esas construcciones funerarias, símbolo de culto al poder, nunca faltan millones de pesos ni materiales de construcción.
Cabe preguntarse si el caso del museo de Baliño revela que ya no resulta útil para la narrativa oficial. ¿Ha dejado de servir para la propaganda? ¿No encaja acaso con el relato de continuidad selectiva que el régimen quiere imponer, donde se glorifican figuras convenientes y se borra a otras de la memoria colectiva?
Mientras tanto, la estructura del museo colapsa a ojos vista: techos sin impermeabilización, tejas ya dañadas, paredes de cal y canto expuestas a la intemperie, una ventana arrancada por el huracán Rafael que nunca fue reemplazada, y un archivo cerrado que impide a investigadores y escolares acceder a documentos valiosos sobre la historia del comunismo en Cuba.
Ni el busto de Baliño ha sido erigido en su tierra natal. La conmemoración del centenario del Partido —prevista para agosto— se acerca sin que existan avances significativos en la restauración, y todo indica que tampoco estarán listos para el centenario de la muerte del propio Baliño, en junio del año próximo.
La dirección municipal de Cultura y las autoridades locales depositan sus esperanzas en una donación pendiente y en el reajuste de un presupuesto claramente insuficiente. Mientras tanto, la promesa de rendir homenaje al ideólogo original del comunismo cubano se convierte en otra de las tantas consignas vacías que no resisten el paso del tiempo… ni del abandono.
La historia selectiva también se escribe con ladrillos rotos y techos sin tejas. Y, en este caso, el silencio oficial sobre la ruina del museo de Baliño dice más que mil discursos: para el poder en Cuba, solo vale la memoria que les conviene.
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