A pesar de los esfuerzos del Gobierno cubano por presentar una imagen de estabilidad en el sistema de salud, las cifras oficiales sobre mortalidad materna e infantil revelan una realidad preocupante.
Según datos del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), en 2024 se registró una disminución en el número de nacimientos, pero se mantuvo la tasa de mortalidad infantil en 7,1 por cada 1.000 nacidos vivos. Sin embargo, este aparente logro contrasta con el aumento de la mortalidad materna, que alcanzó 40.6 por 1.000 nacidos vivos.
¿Un sistema en crisis?
Expertos y analistas cuestionan la fiabilidad de estas cifras, señalando inconsistencias en los datos publicados a lo largo del año. Además, la falta de transparencia y la omisión de datos sobre provincias clave como La Habana y Santiago de Cuba generan dudas sobre la veracidad de las estadísticas oficiales.
La disminución en el número de nacimientos, sumada al aumento de la mortalidad materna, refleja una crisis profunda en el sistema de salud cubano, agravada por factores como:
Déficit de personal médico: El éxodo de profesionales de la salud y la falta de inversión en la formación de nuevos especialistas han debilitado la atención médica.
Escasez de medicamentos y equipos: Las sanciones económicas y la mala gestión gubernamental han provocado una escasez crónica de insumos médicos esenciales.
Desnutrición: La crisis económica ha llevado a un aumento de la desnutrición, lo que afecta especialmente a las embarazadas y los niños.
Falta de acceso a servicios básicos: La falta de agua potable, electricidad y condiciones sanitarias adecuadas en muchas zonas del país compromete la salud de la población.
Propaganda gubernamental vs. realidad
El Gobierno cubano intenta presentar estos datos como un logro, pero la realidad es que la situación de la salud materna e infantil en Cuba es alarmante. La propaganda oficial no puede ocultar los problemas estructurales del sistema de salud, ni tampoco la responsabilidad del régimen en esta crisis.