Apuntalado y con esperanzas de que dure por tres meses trabaja el horno de la Fábrica de cemento Siguaney.
Los trabajadores de esa empresa ubicada en la provincia de Sancti Spíritus, celebraron que en medio de problemas tecnológicos y escasez de combustible, la entidad ha podido fabricar más de 43 000 toneladas de cemento gris de las 65 000 planificadas para el año.
Así trascendió en un artículo del medio estatal Escambray, donde explicaron que sin insumos no se puede hacer magia.
“En noviembre arrancó el horno y debe durar unos dos y tres meses, incluido los inicios del próximo año”, dijo a la prensa local el director técnico de la empresa, Saúl Rodríguez Pérez, quien explicó que se espera que en enero entre al país el ladrillo de importación que debió haber entrado el pasado año y el cual es imprescindible para el funcionamiento del horno.
“Ahora lo mantenemos en pie, apuntalado, pero en pie. Se le han hecho reparaciones y algunos avances que lo han mantenido, pero la vida de una zona básica de ladrillo no es más de un año. Cuando entró en el 19 duró más de dos años, pero ya se acabó. Anualmente el elemento refractario básico debe reponerse y eso son alrededor de 300 000 euros”, expuso.
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Pero la producción de Siguaney no solo está afectada por los insumos, además carece de la tecnología actual, y no hay cercanas inversiones del gobierno en este aspecto.
“No existe capacidad financiera para asumir una tercera fábrica y se priorizó el oriente del país, donde en Santiago de Cuba se construye una fábrica con inversión extranjera”, dijo también Rodríguez Pérez.
Por ahora, el cemento que se produce fue destinado a los programas del gobierno cubano, y en alguna medida a la venta en MLC, una opción que el funcionario de la fábrica cree muy buena:
“Hemos recibido la indicación de vender mucho cemento en MLC y, aunque parece contradictorio, es un negocio bueno para el país. Antes ese insumo se exportaba y se vendía la tonelada a algo más de 50 dólares la tonelada, ¿y dónde se construía? Fuera de las fronteras cubanas. El país decidió no exportar y ahora se venden en esas tiendas unas 3 000 toneladas, pero es lo que le hace falta al país, que sí gana porque lo que se construye se queda en Cuba”, advierte.
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