Desde las primeras notas de Sábados de Gloria, interpretadas por Gaby Herrera, la televisión cubana intentaba hacer un recordatorio de que aún tenía algo relevante que ofrecer: una historia bien contada, un trío de actrices principales mayores de 40 años (una edad comúnmente relegada a roles secundarios) y un guion que, en su coherencia emocional, se alza como un milagro en la televisión cubana actual.
Así lo resaltó Thalía Fuentes Puebla, periodista graduada de la Universidad de La Habana, quien elogió la profundidad psicológica de los personajes, la dirección actoral y hasta el vestuario, aunque con algunos fallos.
Sin embargo, mientras Thalía celebraba estas virtudes desde su teclado, muchos de los espectadores, entre los que me incluyo, se preguntaban algo mucho menos lírico: ¿quién queda actuando en Cuba? ¿Quién pone el rostro en pantalla cuando los jóvenes actores que destacaban, los que prometían o, al menos, no sobreactuaban, están dejando la isla en estampida?
Un vistazo a los casos más recientes muestra cómo actores de renombre, como Alejandro Cuervo, conocido por su papel en Calendario, se han marchado a Madrid con su familia. En lugar de un portazo, dejó una crítica amable a ETECSA por los altos precios de internet. Jomy Marull Almaguer, quien interpretaba a Gustavo, también emigró a Estados Unidos hace poco más de un año.
Otros como Omar Rolando (Bruno), Odelmys Torres (Cecilia) y Ernesto Codner (Orestes) decidieron irse en busca de nuevas oportunidades fuera de la isla. La lista no termina ahí, ya que también se suman nombres como Carlos Alberto Méndez, Aly Sánchez, Diany Aurora Zerquera y Yuliet Cruz, entre otros. Los relatos de emigración, cargados de frases casi rituales como “me voy para crecer” o “busco libertad”, siguen multiplicándose en el algoritmo de búsqueda de “actor cubano se fue”.
Lo que resulta aún más sorprendente es el caso de los actores que interpretaron a Ignacio Agramonte y Amalia Simoni en la película El Mayor —Daniel Romero y Claudia Tomás— quienes tras rodar el filme, dejaron la mística heroica de la historia nacional y, tras quedarse en México, cruzaron la frontera hacia Miami. El actor que interpretó a José Martí en El Ojo del Canario también emigró, cambiando su patria por una cruda realidad migratoria. Muchos de ellos han explicado sus decisiones públicamente, como los actores de la serie Primer Grado.
Y cuando se expande el panorama más allá del gremio actoral, la historia sigue el mismo patrón. Incluso Amalia Gaute, hija de Víctor Gaute, exjefe del Departamento Ideológico del Comité Central, también ha decidido emigrar a Miami.
En Cubadebate, algunos también han tomado la decisión de emigrar. Andy Jorge, quien fue una figura destacada en el medio, se trasladó a España, donde lanzó un libro de poemas, presentado por el decimista Alexis Díaz Pimienta. Otros en el medio se han visto obligados a hacer públicas convocatorias para nuevos redactores, ya que el éxodo de periodistas los ha dejado sin suficiente personal.
Lo que queda en la pantalla cubana es una mezcla de rostros improvisados y una sensación de agotamiento institucional. Muchos de los referentes ya no están presentes. Y quienes aún permanecen, ya no pueden actuar por razones de salud, como Paula Pina, Jorge Losada o Diana Rosa Suárez, o simplemente han fallecido, como Samuel Claxton, sin que el ICRT, ahora con un nombre más moderno pero igualmente ineficaz, haya rendido un homenaje digno a su trayectoria. La televisión, que antes servía como herramienta de propaganda y arte, ahora parece un reciclaje constante de promesas que duran solo una temporada.
La salida de actores forma parte del éxodo masivo que ha afectado a Cuba en los últimos tres años, siendo esta la mayor ola migratoria desde 1959. Miles de cubanos, incluidos artistas, médicos, músicos, ingenieros y periodistas, se van porque quieren vivir, tener futuro y no seguir mendigando permisos ni ajustándose a las restricciones impuestas por el régimen. Se van porque lo que se representa en pantalla ya no refleja la realidad de las calles.
También hay emigrantes menos jóvenes, como una cantante que le cantó a Fidel y Gerardo Hernández Nordelo, quien ahora se encuentra en México esperando una visa para cruzar a los Estados Unidos.
Mientras tanto, Thalía sigue desde Cubadebate escribiendo sobre cómo Sábados de Gloria “representa aspiraciones sociales” y demuestra “que es posible crear un producto de calidad con identidad propia”. Tal vez sea cierto, pero si ella sigue el mismo camino de sus colegas, pronto podríamos verla en Salamanca o reportando desde RTVE. A fin de cuentas, el compromiso con las letras es valioso, pero el compromiso con la realidad también implica hacer maletas. No todos quieren ser los últimos en apagar la luz del Morro.
Por eso, cuando en el capítulo final de Karelia uno de los personajes dice que “la felicidad es una actitud ante la vida, que siempre ha estado ahí”, uno no puede evitar preguntarse si esa línea fue escrita por un guionista o por un oficial del PCC. En Cuba, la felicidad “siempre está ahí”… pero en otro lugar. Tal vez por eso los actores que pueden, se van. Tal vez por eso, cada sábado de gloria, lo que el público ve es el rastro de los que ya no están.