La prisión de Boniato, en Santiago de Cuba, ha sido nuevamente escenario de una tragedia. Juan Antonio Singüenza Sánchez, un exrecluso de 56 años, falleció el pasado 19 de febrero tras haber sido liberado en condiciones inhumanas. Según denuncias recogidas por la página de Facebook La Tijera y difundidas por José Daniel Ferrer, coordinador de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), Singüenza sufrió un verdadero infierno dentro del sistema penitenciario cubano.
Liberado el 27 de diciembre de 2024, el exrecluso fue abandonado en el parque de El Caney en plena medianoche, en un estado de salud deplorable. Desnutrido, con sarna cubriéndole todo el cuerpo y afectado psicológicamente por los abusos sufridos en prisión, su destino estaba sellado: la muerte fue la última condena que le impuso el régimen.
Las prisiones cubanas han sido señaladas en reiteradas ocasiones por organismos de derechos humanos debido a las condiciones infrahumanas en las que sobreviven los reclusos. La falta de atención médica es una constante, con presos que padecen enfermedades sin recibir tratamiento adecuado. La alimentación es escasa y de pésima calidad, provocando desnutrición severa en muchos internos. La violencia, tanto de los carceleros como entre los propios presos, se suma al terror cotidiano que enfrentan los detenidos.
Las denuncias sobre la muerte de Singüenza no son casos aislados. Ferrer ha advertido que en los últimos días varios reclusos han fallecido en las cárceles cubanas, víctimas del abandono y los malos tratos. Los prisioneros políticos y comunes son sometidos a torturas, aislamiento y privaciones extremas como parte de un sistema que castiga sin distinción.
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