En el apartado ‘Acuse de recibo’ del periódico estatal Juventud Rebelde, escrita por el periodista José Alejandro Rodríguez, se hace referencia a un suceso ocurrido recientemente en la isla.
Esta situación que no es la primera vez que se da, tiene que ver con la pérdida de cosechas por dificultades en el proceso de acopio.
El artículo, titulado ‘Los mangos perdidos’, lo reproducimos de manera íntegra a continuación:
Taimara Esparraguera (La Elvira, Cuatro Caminos, Ti Arriba, Songo La Maya, Santiago de Cuba) dice que cuando las máximas autoridades provinciales dijeron que este año no se podía perder ni un mango, los campesinos que cosechan la fruta estaban contentos; y decían: Esta vez sí se va a acopiar todo el mango, será la cosecha más segura.
Al iniciarse la recolección, no había envases, pero se acopiaba la fruta en sacos. Los cosecheros se levantaban de madrugada a recoger, hasta que los mangos empezaron a podrirse… La cosecha más segura no se pudo realizar por negligencia de los encargados de acopiarlos.
«Al final, expresa, solo salen perjudicados los campesinos, porque nadie paga esos mangos que se pudrieron. Y se ha creado descontento en las bases productivas, porque estamos en tiempos difíciles y aún perdura el burocratismo.
«Algo que preocupa a los productores es que se acopia el mango en las montañas de la Tontina, La Rosita, Santa María del Loreto y El Ramón de Las Yaguas, pero el que está en el llano se pudre. Cosas que tú cuentas y no se cree.
«De tantos tipos de mangos, añade, nada más se acopia un poquito de la variedad mamey. El de corazón, de Toledo, de papelina, de hilacha y otros más, se pierden porque el Estado no los acopia. ¿Por qué no se toman las medidas y se venden estas variedades en los MAE, que permanecen desabastecidos? Mientras tanto, la población compra los mangos a los revendedores a altos precios.
«Siempre se dice que se ha acopiado todo el mango en la provincia. Lo dicen por los medios de difusión, y la realidad es otra. Cada vez que un campesino escucha una noticia así se le revuelve el alma, porque ha sufrido en carne propia la pérdida de su mango», concluye Taimara.