No viaja en jets privados, no posa con bolsos de diseñador, ni presume mansiones que no son suyas. Desde la sencillez de un estudio casero que levantó con sus propias manos, Flor Danay Hernández, influencer cubana radicada en Estados Unidos, ha alcanzado lo que para muchos parece inalcanzable: generar 10.000 dólares mensuales desde su hogar, apenas siete meses después de emigrar.
“Lo hice con mi historia, con mi voz, con mi fuerza… y con una determinación interna que nadie me regaló”, expresa Flor en un video lleno de emoción que compartió con sus más de 700 mil seguidores en Instagram. Su testimonio no busca deslumbrar: habla con la franqueza de quien llegó marcada por el miedo y el pasado, pero decidida a construir un nuevo presente.
Hoy, Flor vive de lo que genera con sus redes sociales: sin jefes, sin horarios impuestos, y sobre todo, sin falsedades. Dice que factura 500 dólares al día promocionando productos que las marcas le envían gratuitamente. “Estoy aquí, con mi ropita de Shein, en el estudio que armé yo misma”, comenta con orgullo, mostrando que el éxito no siempre viene envuelto en lujos artificiales.
Pero su mayor motivación no son los ingresos: es compartir lo aprendido. Por eso, ha lanzado recientemente su propia academia digital, dirigida principalmente a mujeres inmigrantes, donde enseña a monetizar redes sociales con lo que ya se tiene, sin caer en el juego de las apariencias. “¿De qué me sirve ganar todo este dinero si cada mes veo a mis paisanos hacer magia para sobrevivir?”, se pregunta, con una sinceridad desarmante.
En uno de los módulos introductorios de su curso, lo resume así: “Esto no va de fama. Esto va de dejar de ser la espectadora que pasa seis horas al día en redes para convertirse en la protagonista que factura con ellas”.
Su camino no comenzó al llegar a EE.UU. Desde Cuba ya lograba ingresos gracias a sus plataformas. Viajaba, tenía independencia económica. Sin embargo, alcanzar su actual nivel de estabilidad le tomó siete años de tropiezos, formación y constancia. Hoy reconoce que, si hubiese tenido una mentora como ella misma, que le acortara ese camino, estaría mucho más lejos.
Flor Danay no promete fórmulas mágicas. Promete compromiso, visión, y sobre todo, herramientas reales para quienes quieran dejar de mirar y empezar a construir. Desde su estudio, desde su verdad, sigue demostrando que sí se puede.
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