La familia de Yanara Fernández Méndez cumple diez meses enfrentando un vacío sin respuestas. Desaparecida en Las Tunas, esta mujer de la que se sospecha tenía problemas de salud, parece haber sido tragada por el silencio.
Pese a las denuncias presentadas ante la policía y los múltiples llamados en redes sociales, su paradero sigue siendo un misterio, y el accionar de las autoridades, cuestionado. En un país donde el acceso a medios de comunicación es limitado y los recursos de búsqueda son escasos, las familias deben transformarse en detectives, voceros y rescatistas.
“Lleva 10 meses desaparecida. Toda la familia la busca sin éxito ninguno”, escribió su familiar Mirna Méndez en Facebook, implorando ayuda pública y divina.
"¿Cómo puede desaparecer una persona en un país sin fronteras abiertas y sin que se le encuentre ni una sola pista?", se preguntan sus allegados con desesperación. La sospecha de que Yanara pudiera haber sido víctima de un crimen no investigado seriamente agrava la angustia familiar. Uno de los comentarios más duros, pero realistas, señala: "¿Y si la mataron y la enterraron en un pozo? ¿Quién la va a encontrar si no se busca bien?" La inacción institucional se vuelve parte del problema, y no de la solución.
Este no es un caso aislado. En noviembre de 2024, Miguel Sosa Márquez, un anciano de 78 años con Alzheimer, salió de una vivienda en Centro Habana rumbo a Jaimanitas y nunca más se supo de él. Su nieta Melisa recurrió a internet para pedir colaboración ciudadana, pero aún no hay noticias. Al igual que en el caso de Yanara, la falta de un protocolo de búsqueda eficiente ha dejado a los familiares atrapados entre el dolor y la incertidumbre.
En Cuba, donde los caminos son limitados y las autoridades muchas veces actúan con opacidad, los desaparecidos no solo se pierden físicamente, también se diluyen en la indiferencia institucional.
Sin protocolos transparentes ni acciones concretas, los casos se acumulan. Cada nuevo desaparecido se vuelve un eco del anterior, mientras las familias, abandonadas a su suerte, siguen buscando con la esperanza intacta.
Hasta que exista un sistema inmediato de respuesta, humano y eficaz, la desaparición de personas seguirá siendo una herida abierta en la sociedad cubana. Yanara, Miguel y tantos otros no deberían convertirse en nombres olvidados.
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