He estado pensando… (104) por Alberto Reyes Pías
He estado pensando en la necesidad de la esperanza
La Cuba de hoy es muy similar a un campo de concentración.
Si buscamos en una enciclopedia las características de un campo de concentración, encontramos que son sitios de confinamiento genérico, donde las personas son privadas de su libertad y donde no existen garantías judiciales. La administración se sustenta en la represión política y, además de las autoridades oficiales del campo, existe un sistema de control llevado a cabo por los mismos presos a los que se les da cierto poder y cuya función es vigilar y delatar al resto de los presos.
Los integrantes de un campo de concentración son privados de condiciones humanas: la comida es insuficiente, no existe la higiene, el trabajo se hace en condiciones deplorables y, en general, se vive en medio de la precariedad, es decir, en unas condiciones consideradas por debajo del límite admitido como normal.
Sin embargo, lo más terrible de un campo de concentración es la falta de esperanza, la insoportable sensación de que el sistema diabólico que controla y oprime a la población indefensa es inamovible, la falta de luz al final del túnel. Porque aunque sabemos que todo campo de concentración tiene un final y que la libertad puede tardar pero siempre llega, eso no quita la “sensación” de cárcel, de esclavitud inamovible y, sobre todo, de indefensión.
Por eso, o nos hundimos en la depresión y el hastío, o seguimos caminando a tientas en la noche, sin más asidero que una esperanza a la que hemos decidido no renunciar.
Y caminar en la noche significa, en primer lugar, trabajarse la propia vida y la vida de aquellos que dependen de nosotros para que la noche que nos envuelve no se nos meta en el alma, y a pesar del control, de la insuficiencia de opciones, de la escasez, e incluso a pesar del mal que podamos recibir, buscar sacar lo mejor de nosotros mismos, esa “imagen y semejanza de Dios” que será el secreto mayor de la reconstrucción de esta isla.
Dice el Salmo 27: “Oigo en mi interior la voz del Señor que me dice ‘busca mi rostro’. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”.
Nuestra primera trinchera de resistencia en este campo de concentración es conservar la bondad de nuestro corazón, la solidaridad, la alegría a pesar de todo. Nuestra primera trinchera es hacer lo mismo que hacían los presos en la Alemania nazi: compartir, ayudarse, y crear realidades alternativas que nos mantengan viva el alma.
Y confiar en que el mal no es más fuerte que el bien, la oscuridad no es más fuerte que la luz, hasta el día en que nuestra tierra deje de ser un campo de batalla, hasta el día en que la primavera estalle con toda su fuerza y cubra de flores lo que hoy parecen esperanzas muertas.
Continúa la búsqueda del adolescente arrastrado por el oleaje en el Malecón de La Habana
Hace 2 días
Dueña de guardería en Nueva York condenada a 45 años por muerte de un niño por fentanilo
Hace 3 días