El café cubano, específicamente el expreso cubano o "cafecito", ha sido reconocido recientemente como el mejor del mundo por la prestigiosa guía gastronómica Taste Atlas. Con una calificación de 4,6 estrellas sobre 5, esta variedad preendulzada y de fuerte personalidad superó a clásicos italianos y a referentes históricos del café como Colombia y Brasil. Sin embargo, esta distinción contrasta de forma dolorosa con una realidad cotidiana en la isla: los cubanos de a pie no tienen acceso a este producto que ahora es motivo de orgullo internacional.
El “cafecito”, también conocido como shot cubano o tirada cubana, es un tipo de expreso caracterizado por su sabor intenso y su preparación con tuestes oscuros mezclados con azúcar durante la extracción. Esta técnica, además de realzar el aroma y la textura del café, produce una característica espuma de color marrón claro que lo distingue visualmente. Es una bebida social por excelencia, símbolo de hospitalidad y conversación en muchas culturas, y especialmente en las comunidades cubanas en el exilio.
Sin embargo, dentro de Cuba, la mayoría de la población desconoce esta versión de lujo del café nacional. Lo poco que se distribuye en el país se reserva casi exclusivamente para la exportación o para tiendas en moneda extranjera, inaccesibles para la gran mayoría de los ciudadanos, cuyos salarios en pesos cubanos apenas alcanzan para cubrir necesidades básicas.
Lo mismo ocurre con otros productos insignia de la identidad cubana, como el tabaco y el ron. Los mejores puros del mundo se elaboran en Cuba, reconocidos por su calidad artesanal, pero son un lujo impensable para los cubanos comunes. El tabaco de exportación está fuera del alcance del bolsillo nacional, y en muchas regiones del país ni siquiera se encuentran versiones más económicas. El ron cubano, ampliamente galardonado en certámenes internacionales, corre la misma suerte: reservado para turistas, tiendas en divisas o los mercados extranjeros.