El sistema eléctrico cubano se encuentra en una de sus peores crisis, sino la peor, de los últimos años. La UNE informó que la disponibilidad de generación del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) era apenas de 1,880 megavatios (MW), mientras que la demanda alcanzaba los 2,980 MW. Esto provocó un déficit inmediato de 1,172 MW y proyecta una afectación aún mayor para el horario pico nocturno, cuando la demanda podría alcanzar los 3,500 MW. La afectación prevista para ese momento es de hasta 1,690 MW, lo cual deja vastas zonas del país sin electricidad durante horas.

La situación es crítica no solo por la falta de capacidad instalada, sino por el colapso técnico y logístico de gran parte del sistema. Actualmente, varias termoeléctricas clave están fuera de servicio, como la unidad 2 de la Central Termoeléctrica Felton, y cuatro bloques más en Santa Cruz, Cienfuegos, Diez de Octubre y Renté se encuentran en mantenimiento. A esto se suma un serio colapso de la generación distribuida: 80 centrales están paralizadas por falta de combustible, lo que representa una pérdida de 578 MW. Además, otros 109 MW están afectados por falta de aceite. Las limitaciones técnicas suman 434 MW adicionales.

Dos datos clave ilustran la gravedad del panorama:

El déficit energético supera los 1,700 MW, afectando a millones de cubanos con apagones diarios.

Un total de 687 MW de generación distribuida están fuera de servicio por falta de combustible y aceite, un reflejo directo del desabastecimiento estructural.

Las energías renovables, en particular los 16 nuevos parques solares fotovoltaicos apenas aportan 1,790 MWh, con una potencia máxima de 377 MW. Aunque representan un alivio parcial, son insuficientes frente al colapso general del sistema.

La respuesta inmediata del gobierno ha sido extender apagones programados en La Habana, afectando por bloques horarios extensos. Más allá de los cortes eléctricos, esta crisis está generando un profundo malestar social, afectando la economía, el acceso a servicios básicos y la salud pública. A pesar de las promesas oficiales de transformación estructural, las soluciones reales siguen sin materializarse. El país continúa atrapado en una espiral de emergencia energética.

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