'Era un hombre joven y sano', otra triste historia a causa del coronavirus

Redacción de CubitaNOW ~ viernes 10 de abril de 2020

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El COVID-19, un virus que es potencialmente mortal, ha destrozado a centenares de familias hispanas tras casi un mes dejando su estela de muerte en la Gran Manzana.


Aunque la tendencia es que las personas de la tercera edad contagiadas son las que más sucumben ante las complicaciones de la enfermedad, en los vecindarios de la ciudad de Nueva York ya se contaban, hasta este jueves, más de 230 fallecidos que tenían entre 18 y 44 años. Muchos de ellos hombres.


Y este drama de niños y adolescentes que pierden repentinamente a uno de sus padres empieza a recorrer las calles y a corroborar, casi diariamente, que el “riesgo cero” no existe con el coronavirus.


Sobran las historias. La enfermedad viral hizo estragos en cuestión de días con la vida del taxista mexicano Sergio Andrade, de 34 años, quien lamentablemente dejó a dos niñas, de apenas uno y siete años, además de su esposa Melissa Andrade, de 28 años, con la vida hecha pedazos.


La joven familia, hoy totalmente fracturada, vivía en el vecindario Boro Park, en Brooklyn.


Melissa comentó que su esposo no tenía ningún problema de salud, “solo ganas de seguir trabajando duro para ayudar financieramente a toda su familia”.


Sergio había llegado a Nueva York hace 10 años. A pesar de los riesgos que corría trabajando como taxista, decidió tomar todas las previsiones: usar guantes, máscaras y limpiar rigurosamente su vehículo para no dejar de producir dinero para los suyos.


“Él me comentó días antes de que le empezara a doler todo el cuerpo y darle fiebre, que le daba mucho temor porque la mayoría de sus clientes eran judíos del vecindario. Sin juzgarlos, me dijo que por razones religiosas ellos no se estaban protegiendo”, comentó a El Diario un allegado al padre fallecido.


“Estaba lleno de vida, nunca se enfermaba”

La viuda del inmigrante mexicano contó que hace dos años su esposo había regularizado su situación migratoria en el país y se sentía feliz porque podía cumplir su anhelo de visitar cada año al D.F.


“Solo logró ir una vez a su país, después que obtuvo los papeles. El estaba lleno de vida, nunca se enfermaba. En diez años juntos no recuerdo verlo enfermo ni por gripe. Era alegre, le encantaba tocar la guitarra y dedicarle canciones a sus dos niñas. No sabemos qué vamos a hacer sin él”, dijo entre sollozos Melissa.


Solo en 10 días el coronavirus acabó con la existencia del joven inmigrante y de algún modo con su familia.


Hasta este jueves la familia de Sergio no había podido darle sepultura, ni cremarlo, porque los servicios funerarios en Brooklyn están totalmente colapsados. Aguardan en una larga lista de espera.


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