Díaz Canel usa al voleibol para propaganda y recibe una avalancha de repudio popular
Redacción de CubitaNOW ~ sábado 19 de julio de 2025

Las reacciones a la publicación de Miguel Díaz Canel sobre la victoria del equipo cubano de voleibol frente a Polonia no solo fueron inmediatas, sino implacables.
En vez de conseguir el respaldo de la ciudadanía, el mandatario quedó aún más expuesto al ridículo y la contradicción. Su intento de capitalizar una victoria deportiva como si fuera un triunfo político se convirtió en un boomerang que desnudó la hipocresía con la que actúa.
Para los aficionados, fue ofensivo que hablara de un equipo que ni siquiera tuvo cobertura televisiva nacional, por decisión de las propias autoridades. “¿Cómo vamos a vibrar con los remates si no ponen los partidos?”, preguntó con ironía un seguidor.
Muchos recordaron que, mientras Díaz Canel escribe elogios en redes sociales, el canal estatal Tele Rebelde ignoró por completo el torneo.
Ni siquiera se transmitió en diferido. Para quienes conocen el sistema de propaganda del régimen, esto no fue casualidad. La transmisión de eventos deportivos siempre ha sido una herramienta de control y exaltación ideológica. Cuando hay victoria, se manipula. Cuando hay derrota o se trata de figuras independientes, se oculta.
En este caso, la victoria repentina contra el número uno del ranking mundial se convirtió en una oportunidad que el aparato oficialista quiso aprovechar tarde, y mal.
“Te subes al bus porque ves que la cosa va bien”, le reprochó un usuario. Otro lo llamó directamente “tronco de hipócrita” y cuestionó por qué, si tiene tanto poder, no ordenó la transmisión de los partidos.
Estas no fueron simples quejas. Fueron manifestaciones de una indignación profunda que va más allá del voleibol. Para muchos cubanos, el mensaje del gobernante fue una ofensa no solo al presente, sino también al pasado glorioso del deporte nacional.
Porque mientras Díaz Canel celebra una victoria puntual, hay una legión de exatletas cubanos que mueren en silencio, abandonados por el Estado que los usó como vitrinas internacionales.
Glorias del boxeo, el atletismo, el béisbol o el propio voleibol que, tras años de representar al país, viven sin acceso a medicamentos, en la miseria o dependiendo de la caridad de vecinos y amigos en el exilio. Casos como los de los campeones olímpicos Héctor Vinent, enfermo y olvidado, o Abel Sarmientos, muerto en el abandono y la miseria son muestra inequívoca de la demagogia que caracteriza a la dictadura.
Se apaga la cámara y llega el olvido. La celebración del gobierno es oportunista, vacía y profundamente cínica. Un régimen que niega el derecho básico a ver un partido no puede reclamar entusiasmo popular. Un sistema que no garantiza medicinas ni atención médica para sus antiguos campeones no puede hablar de “soñar con la patria”.
La victoria ante Polonia es real, pero también lo es la traición a los miles de deportistas que lo dieron todo por una patria que hoy les da la espalda.