Una ola de dolor y desconcierto envuelve hoy a la comunidad de Niquero, en la provincia de Granma, después de conocerse que un grupo de aproximadamente treinta jóvenes que salió en chalupas rumbo a Jamaica sufrió un naufragio devastador en altamar.

La información, que comenzó a difundirse a través del periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, fue luego ampliada por el medio La Tijera News y confirmada por mensajes directos enviados a la plataforma NiO Reportando Un Crimen, donde familiares y testigos han compartido detalles desesperados.

Según relataron varias de estas fuentes, apenas tres personas lograron llegar con vida, mientras ocho cuerpos han sido recuperados entre las corrientes que devuelven lo que el mar no puede esconder. Más de diecinueve personas continúan desaparecidas; y cada minuto que pasa se vuelve más insoportable para las familias que aguardan noticias.

En los barrios costeros, el ambiente es desgarrador. Las madres caminan con los teléfonos apretados en la mano, esperando el mensaje que temen pero necesitan. Los padres miran hacia el mar como si todavía pudieran reconocer, entre el oleaje, el rostro de sus hijos. La comunidad entera se ha convertido en un espacio de oración, llanto y esperanza rota.

Quienes han prestado testimonio desde la zona aseguran que al menos una de las chalupas naufragó poco después de abandonar el punto de salida cercano a Islazul Niquero y Playa Las Coloradas, un lugar marcado por decenas de travesías similares a lo largo de los años. Esta vez, sin embargo, la tragedia fue brutal y silenciosa, empujando a las familias a enfrentar una angustia que parece interminable.

A pesar de la magnitud del desastre, hasta el momento no existe pronunciamiento oficial por parte de las autoridades cubanas. No se ha informado de operativos de búsqueda, ni se han ofrecido datos que alivien la incertidumbre de quienes todavía guardan esperanza.

Ese silencio profundiza el sentimiento de abandono que viven los familiares, quienes se han visto obligados a depender de publicaciones independientes, llamadas entre vecinos y reportes fragmentados para saber qué ocurrió realmente.

Mientras el mar sigue devolviendo pedazos de una travesía desesperada, en Niquero crece la pregunta que nadie se atreve a responder: ¿cuántos más tendrán que morir para que el país escuche el clamor de su gente?

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