'Lo que viene' en Miami-Dade

Redacción de CubitaNOW ~ jueves 24 de septiembre de 2020

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A fines de febrero, mucho antes de que se mencionaran las cuarentenas en Estados Unidos, comenté a mis amigos y colegas de trabajo lo que vendría: encierro, trabajo desde casa, acopio de material sanitario y mascarillas. Una supervivencia de ciencia ficción, como jamás nadie podría imaginar. Los menos me consideraron alarmista, el resto ya pueden imaginarse.

La verdad es que no resultaba muy difícil prever ese escenario: tras el azote inicial en China, ya se habían decretado férreos confinamientos en el norte de Italia, mientras cada día se registraban nuevos contagios en ambas costas de Estados Unidos, incluyendo las primeras transmisiones comunitarias. Los vuelos desde China estaban cancelados, pero turistas de Europa entera continuaban desembarcando en las ciudades americanas. En otras palabras, el Coronavirus en naciones de libre movilidad resultaba indetenible y sólo era cuestión de tiempo una explosión de casos.

Siempre me pregunté cómo las máximas autoridades políticas y sanitarias de la nación no habían previsto la catástrofe que se avecinaba. Ahora me percato de que mi razonamiento partía de una formulación ingenua: la realidad es que sí lo sabían y no hicieron mucho, o más claro aún, el Presidente siempre estuvo al tanto de la altísima mortalidad y explosivos niveles de contagio, y optó por mentir y engañarnos a todos.

Dos meses después, al borde de Memorial Day, cuando el primer brote amainaba en Florida y Ron DeSantis se burlaba públicamente de la tragedia de New York (mientras incluia a Carlos Gimenez al equipo de Cheerleaders pro reapertura instantánea), tampoco era muy complicado augurar el próximo escenario. A las dos semanas la Florida sufriría el peor estallido de toda la Pandemia, con cientos de miles de contagiados y miles de muertos, entre ellos amigos entrañables.

Ahora estamos ante otra encrucijada, tanto o más peligrosa que las anteriores. Si hay un momento en que quisiera equivocarme sería éste. La Junta Escolar de Miami Dade, de forma unánime, ya dio luz verde al regreso de los niños a las escuelas a partir del 14 de octubre. Con desinfectantes, mascarillas y termómetros (no acabo de entender la historia de los termómetros, partiendo de que mucha gente es asintomática, y de que incluso los que luego desarrollan síntomas pasan días y días diseminando el virus antes de padecer fiebres). La fecha de arranque es 2 semanas más tarde de lo que pretendía el Superintendente Alberto Carvalho, pero igualmente una decisión tomada en terreno ultra movedizo. Cruzando los dedos, sería la imagen más apropiada.

Ojalá me equivoque en esta oportunidad, insisto. Pero las circunstancias son muy preocupantes. Sobre todo porque los niños, que son diseminadores de altas cargas virales y también enferman gravemente y también mueren, no serán vacunados hasta dentro de un año, después de que la población general sea inoculada con la o las vacunas y se sepa su efectividad y seguridad, contando con que sean aprobadas en estos procesos acelerados en curso.

Mientas tanto, los CDC han venido alertando sin cesar sobre el inminente peligro del otoño. En Europa ya repuntaron los casos por miles, desde Madrid a Londres, pasando por Estocolmo, y los científicos están hablando de la segunda oleada de la Pandemia, la temible fase invernal. Durante los primeros meses del 2020, Europa fue un laboratorio a menor escala de lo que pasaría luego en Estados Unidos; Dios quiera no se repita ese escenario.

Porque sí así ocurriera veríamos en Miami Dade escuelas nuevamente cerradas, brotes generales o aislados, y confusión total, especialmente para los niños. ¿Cuándo podría ocurrir? Tan pronto como dos semanas después del 14 de octubre, porque los contagios han continuado sucediéndose en el país, en el estado y en el condado, y nada indica que por ahora van a cesar, sino todo lo contrario.

A estas alturas, los gobernantes y administradores de nuestras vidas deberían saber que las epidemias se limpian con los deseos, las presiones y el voluntarismo político. Y viene siendo hora de que los responsables de negligencias, torpezas y decisiones que afecten la existencia y la salud de las personas empiecen a rendir cuentas por su incompetencia. A todos los niveles.

Por Roberto Cespedes, periodista y productor de radio y televisión en Miami.



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